Vuelta del verano y retomamos la publicación en el blog
después de haber estado 6 días de trekking en el sur de Groenlandia y pasado otros tres días en Reikiavik.
Narsarsuaq
Narsarsuaq
Es el aeropuerto del sur de Groenlandia. Tras tres horas
desde Reikiavik en avión de hélices, si
hay suerte con el tiempo como fue nuestro caso, se disfruta de unas vistas
espectaculares del indlansis, la capa de hielo que cubre el 80% de la
superficie de Groenlandia, además de ver fiordos, glaciares, montañas, valles,
ríos, … Aterrizamos en el pequeño aeropuerto, resultado de la reconversión de
una base militar americana de la II guerra mundial. Unas pocas casas y una carretera
hasta un pequeño puerto, más o menos 3,5 kms más allá. Es la única carretera
que hemos visto. En torno al aeropuerto y en el hotel trabajan los
aproximadamente 160 habitantes de Narsarsuaq.
Medio de transporte al que no estamos acostumbrados. Tras
abrigarnos y con el salvavidas puesto montamos a las órdenes de Niels, un lobo
de mar danés. Si hace buen tiempo y no hay viento la perspectiva es pasar frio,
pero también disfrutar del zigzag entre icebergs. Si hace mal tiempo y viento,
mucho frio y a agarrarse bien. Sentados en el borde, cuando la zodiac bota te
sientes en el aire, muy cerca de las aguas del fiordo.
Para llegar dimos un paseo desde el embarcadero donde nos
dejó la zodiac hasta el pequeño pueblo, por la Senda de los Reyes. Al llegar a
lo alto de la última colina, vista espectacular: otro fiordo, montañas, azul y verde,
unas pocas casas de colores y la presencia de las balas de hierba plastificadas
para el invierno. 60 habitantes dedicados a la agricultura, la ganadería, algo
de pesca … y turismo. Junto al pueblo, las ruinas de Gardar,
residencia del obispo de la comunidad groenlandesa cristiana en el año 1126.
Hace años, una empresa de viajes danesa decidió preparar una
ruta por el interior de Groenlandia e instaló varios refugios, contenedores
metálicos, por el “sencillo” método de llevarlos con un helicóptero, para
posteriormente abandonar la idea y los refugios con todo su equipamiento,
incluida la comida. En un entorno en que no hay rastros de presencia humana,
estas cajas de metal resultan cuando menos chocantes. Ahora sirven para quien
se anima a andar por esas zonas. Los despropósitos humanos todavía nos asombran
… a pesar de lo útiles que han resultado.
Bueno, algún rastro sí. ¿Es posible ir andando por un paraje
perdido de Groenlandia, luchando con unos abedules de dos metros cuyos troncos
crecen prácticamente en horizontal y las ramas se entrecruzan haciendo que el
moverse con una mochila sea bastante dificultoso, además de empaparte por el
agua acumulada por la lluvia, y encontrar una funda con una cámara de fotos perdida
en 2010 por alguien en su pelea con la vegetación?, ¿Y que aunque la cámara esté muy estropeada la
tarjeta gráfica todavía permita ver las fotos? Es posible, y gracias a las redes
sociales posiblemente podamos localizar a la persona que la perdió y pueda
recuperar sus imágenes.
Pequeños, grandes, arroyos, cursos de agua. Una presencia
constante. Atravesarlos de piedra en
piedra o cruzar descalzos sus frías aguas es un momento de diversión que a
veces incluye meter una bota en el agua. Modelan el paisaje, a menudo en forma
de profundos barrancos, y acompañan con su sonido.
Impresionan. La lengua del glaciar y poco más allá la masa
de hielo que ocupa el 80 % de Groenlandia, 1,71 millones de km², casi 2.400 km
de norte a sur y un máximo de 1.100 km de este a oeste, un grosor máximo de 3 km.
Sus colores blancos, azules de muy diversos tonos, grises por la tierra y los
minerales que arrastra, sus formas lisas o quebradas. Un espectáculo de puro
gozo, pero en retroceso, como atestiguan las señales en las montañas cercanas.
Algún amago y por fin pudimos disfrutar de este fenómeno natural que te deja sin palabras y los ojos bien abiertos para intentar retener
tanta belleza. Colores y movimientos en la noche groenlandesa.
Un grupo pequeño, que permite una relación muy cercana
durante los días del trekking, y dos guías, Leticia y David, que nos hicieron sentir
confiados y apoyados.
A la orilla de un fiordo, enfrente de Nasarsuaq. La antigua Brattahlid,
donde se asentó Erik el Rojo en el año 982, como recuerda su estatua desde una
colina. Ruinas y reconstrucción de la primera iglesia y de una casa inuit. Pocos
habitantes, dedicados a la agricultura y ganadería (hace que no haya mosquitos,
un gusto). Pesca abundante desde la misma orilla y sin mucho aparejo. Aquí
tiene su albergue Tierras Polares, la agencia con la que viajamos, y hay un
trasiego continuo de personas en tránsito.
Laugavegur, la calle central, islandeses e islandesas,
turistas, tiendas, cafés, hostels, …
Skolavordustigur, una de las más antiguas, está vez con una
exposición en la calle de fotos sobre Sisimiut, Groenlandia.
Callejear por una ciudad con poco tráfico y al final de la
calle la bahía o las montañas cercanas, la plaza del Parlamento, el lago y el Ayuntamiento,
el palacio de congresos Harpa, el puerto …
Hemos aprovechado para visitar algunos museos: el Museo deArte, la Casa de la Fotografía con una exposición de Ragnar Axelsson y la
proyección de su documental “Los últimos días del Ártico”, el Museo Marítimo, con un documental excepcional sobre
la dura vida de los pescadores islandeses en épocas pasadas, faenando siete
hombres en un pequeño bote a temperaturas muy bajas. También nos llamaron la
atención unos paneles que representaban los numerosos naufragios en el entorno
de Islandia en los últimos dos siglos.
Dos referencias que visitamos cuando vamos a Reikiavik.
El Café París, en Austurvollur, la plaza del Parlamento, muy
recomendable para comer algo y beber cerveza Kilkenny, ¡hasta aquí hay que
venir para seguir tomando esta cerveza que ha desaparecido en Bilbao!.
El Laundromat, en Austurstraeti, para un buen desayuno
viendo alrededor parte de la vida social de Reikiavik. También útil si se
necesita lavar la ropa.
Ragnar Kjartansson
El día anterior vimos una instalación suya en el Museo de
Arte, God, y al siguiente nos lo encontramos desayunando en el café Laundromat.
Una razón más para volver por el Museo Guggenheim a ver y oír su instalación,
The visitors, antes del 2 de noviembre.
Vuelta a Bilbao, con ganas de seguir escribiendo sobre Groenlandia e Islandia, sin orden ni concierto, muy interesados e intentando que interese.
Hasta la próxima,un video con la música de Of Monsters and Men:
1 comentario:
Que bonitas fotos, nos hacen ver todo lo que habréis disfrutado.
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